María Guinand cree que la música estimula la inteligencia emocional y nos da la posibilidad de un encuentro con lo inexpicable. por cecilia mosconi. fotos de carolina muñoz. foto de apertura: víctor álvarez (cortesía orquesta sinfónica de venezuela). María Guinand Directora de coro Es venezolana, tiene 59 años y está casada con el compositor y director de coro Alberto Grau. Es madre de dos hijos, está a punto de ser abuela y dirige la Schola Cantorum de Venezuela. A Mí siempre me han gustado mucho los desa- fíos”, dice la Maestra María Guinand, como respetuosamente se la llama en el mundo de la música, su mundo. Casi no hace falta que lo diga; darle una mirada a su currículum deja sin aliento: entre tantas presentaciones, actividad educativa y viajes casi no queda un lugar libre. Pionera en el desarrollo de la música coral en Venezuela y fundadora de numerosas agrupaciones corales en su país, está hoy al frente de uno de los coros más prestigiosos: la Schola Cantorum, fun- dada por el maestro Alberto Grau –otro músico de fuste, compositor y director coral–, que es su marido desde hace treinta años. Alberto Grau fue el primer maestro de mú- sica de María; se conocieron cuando ella tenía 8 años. Se reencontraron veinte años después y están juntos desde entonces. María, que hoy tiene 59 años, es madre de dos hijos: Luis Alfredo, economista, y Mercedes, comunicadora social. Este año María será abuela por primera vez, en el mes de junio; su hijo será papá de un varón. Este naci- miento la tiene feliz y expectante. Su actividad profesional la lleva por el mundo entero: Francia, Dinamarca, Suecia, México, Canadá, Estados Unidos, Taiwán... En Venezuela, su país natal, desarrolló una iniciativa llamada “Construir Cantando”, un proyecto que estimula la práctica coral y el aprendizaje de la música en niños, niñas y adolescentes de zonas vulnerables. Esta vorágine de viajes y conciertos no parece alejar de su centro a esta mujer entusiasta y afable, quien asegu- ra: “El tiempo de Dios es bueno y alcanza para todo”. Vive con su esposo en una amplia casa en Caracas, desde cuyas ventanas se puede ver el verde y la montaña, el cerro El Ávila, todo un símbolo de la ciudad. “En mi familia siempre ha habido mujeres muy tenaces, de mucha fuerza, y eso ha sido un ejemplo maravilloso”, dice. “Mi mamá, que todavía vive, es una mujer de 82 años muy tenaz, que llevó adelante una familia de siete hijos con mucho éxito, y después de que todos fuimos grandes, se fue a la universidad a estudiar”. Y agrega: “Mis familias paterna y materna han sido muy amplias; somos muchos primos hermanos y las mujeres ayudaron mucho a la concordia familiar. El día de Navidad nos reunimos con todos los tíos, los primos, los hijos de los primos hermanos y somos más de ciento setenta en un gran parque, donde hacemos siempre una gran fiesta. Es la vida que nos gusta tener”. En una larga charla telefónica con Sophia habla de su amor por la música, de su pasión por aprender y enseñar y de la importancia de seguir los propios sueños. –¿Viene de una familia de músicos? –No, realmente. Mi familia paterna es una familia de pro- fesionales liberales; pero del lado materno, mi bisabuelo y mi bisabuela sí eran músicos. Por esa razón, cuando éramos niños, mi madre, que es una gran amante de la música, nos llevó a los siete hermanos a la escuela de mú- sica. Yo fui la única que se dedicó profesionalmente. –¿Y qué música se escuchaba en su casa? –Mi madre tenía siempre muy buenas grabaciones. En –En una entrevista usted contó que empezó a estudiar matemática y física, antes de estudiar música. ¿Es así? –En efecto. Terminé mis estudios de bachillerato y estudia- ba música paralelamente, pero en Venezuela no existía la carrera universitaria de música, y mi padre era un hombre que quería que todos sus hijos tuviéramos la experiencia universitaria. Entonces, como a mí me gustaba mucho la educación, accedí a ir a la universidad a estudiar ciencias, porque me gustaban mucho también la física y la matemá- tica. Cursé dos años de esa carrera que me apasionaba, pero cuando tuve la oportunidad de entrar en una universidad en Inglaterra, pude dedicarme por entero a la música. –¿Sus padres apoyaron esta decisión, estuvieron confor- mes con el hecho de que se fuera a estudiar a Inglaterra? –No sé si ellos estaban tan seguros de que esa era la decisión correcta, pero cuando vieron que yo estaba tan entusiasmada y tan determinada, me apoyaron. En 1972 ser músico en Venezuela era algo todavía un poco difícil de entender. Hoy en día, con todo el desarrollo musical que ha habido, es otra realidad. Pero yo me siento muy contenta de haber sido de las pioneras y haber contribui- do a todo este desarrollo. –¿Cómo fue la experiencia de irse lejos, tan joven? –Tomé la decisión de irme a los 19 años. Estaba asustada, pero tenía muchas ganas de hacerlo. Cuando llegué a Inglaterra, a la Universidad de Bristol, mis compañeros eran todos ingleses, no había ningún otro latinoameri- cano; al principio, me sentí un poco extraña, pero a mí siempre me han gustado muchos los retos. Me di cuenta de que ese era el sitio donde realmente iba a aprender. Me dediqué a estudiar con alma, vida y corazón, al punto que no volví a Venezuela en cuatro años. –¿Cómo fue su vida en los setenta en Inglaterra? –Fue una vida muy creativa. También fue una vida muy
disciplinada, la de una estudiante universitaria que se
daba cuenta de que no tenía mucho tiempo para lo que
en Venezuela llamamos “la juerga”, salir con los amigos –¿Hablaba bien inglés cuando viajó, o aprendió allá? –Me fui con un inglés bastante bueno, pero cuando llegué allá tuve mis dificultades, y conseguí mis propios métodos para ponerme al día con el inglés. En mis exámenes de Historia de la música, en los que había que redactar siete u ocho páginas, me aprendía capítulos enteros de memo- ria a fin de tener muchas herramientas para saber cómo se expresaba correctamente una frase o un pensamiento. Fueron unos años de mucho estudio, pero desde que era niña, estudiar para mí ha sido un placer maravilloso. –¿Recuerda alguna anécdota de esa época? –Recuerdo a mis vecinos, que era todos muy mayores. Yo no vivía en una residencia estudiantil, sino en un barrio, y siempre tenía cerca a unas viejitas que eran como mis abuelas. Como me veían siempre con tanto trabajo, me lle- vaban comida, me invitaban a pasar la Navidad con ellos... Tengo recuerdos de mucho afecto de ese país. De regreso a Venezuela, María obtuvo su diploma en
Dirección coral y fundó varias agrupaciones corales con
las que participó en giras y conciertos alrededor del mun-
do. Ocupó cargos docentes y recibió premios tanto por –En cierta oportunidad usted dijo que siempre hay tiem-
po para atender a los seres queridos. ¿Cómo hizo para
conjugar el trabajo con la familia? –¿Cómo fueron los primeros años de su carrera, con los
hijos pequeños y una actividad tan intensa? ¿Hubo al-
gún momento en que el dijera: “No puedo más”? –¿Siente que se perdió algo de la vida familiar por estar
lejos, con sus viajes? –¿Cómo son sus momentos de silencio? –Añoro mis momentos de silencio. Me gusta estar en silencio; me gusta pensar. Cuando camino por el parque, nunca llevo música; cuando voy a la montaña caminando, me gusta escuchar el sonido de la naturaleza. El silencio es muy importante para mí, me hace reflexionar, me permite ver cosas que cuando uno está muy lleno de ruido alrede- dor no puede ver. –Usted viaja por todo el mundo. ¿Qué le gusta conocer de
los lugares a los cuales viaja? –¿Tiene alguna anécdota especial de alguno de sus
viajes? “Sueño con que todas las escuelas de Venezuela, y ojalá todas las de Latinoamérica, tengan un bello coro”. mapa. Al día siguiente fui, encontré al mismo maestro, –Después de tantos años de carrera, ¿cómo es salir a esce- na? ¿Sigue habiendo mariposas en el estómago o no? –Siempre, siempre. Pero salir a escena es para mí una gran responsabilidad, porque uno sabe que tiene que dar lo mejor de sí para que todos lo que están en el escenario puedan llegar a ese punto de emoción que todos busca- mos en el momento de hacer música. Salir a escena es el momento culminante de un proceso de trabajo. Empiezo a imaginarme ya la escena muchos meses y hasta años an- tes, cuando estoy preparando un repertorio, cuando estoy ensayando o planificando una gira de conciertos. –Antes dijo que le gusta recorrer los templos y fundó en Venezuela la Academia Nacional de Canto Gregoriano. También ha trabajado mucho con la obra de Golijov, La Pasión de San Mateo... –Soy una persona muy creyente; tengo una vida espiritual muy profunda desde mi niñez. Todas estas experiencias me han enseñado a valorar mucho más mi fe; todas me conectan con ese mundo espiritual que ha producido tanta belleza. Porque es inexplicable que tanta bella música sacra se haya escrito sin que haya habido una profunda fe. La vida espiritual produce en el arte gran belleza. –¿Cuáles cree que fueron sus grandes aprendizajes? –El mío es saber que uno ha recibido mucho, y eso implica una gran responsabilidad con sus semejantes: la de crear, de abrir espacios y de dar, porque al fin y al cabo, el paso por la vida es un paso efímero, un paso corto, ¿no? –¿Esto tiene que ver con su decisión de iniciar un proyec-
to como “Construir Cantando”, orientado a la formación
musical de niños y jóvenes de toda Venezuela? no es a través de la enseñanza y a través de la formación de nuevas generaciones. La música es una disciplina que abre muchos aspectos de la inteligencia emocional y abre también la posibilidad del encuentro con lo inexplicable. –Y desde el punto de vista social, ¿qué impacto tiene en
los más jóvenes? –¿El proyecto está dirigido a niños de bajos recursos? –Sobre todo, pero no exclusivamente. “Construir Cantando” busca que chicos de distintos niveles socioeconómicos integren una sola voz a través del canto coral. –¿Se encariñó con alguno de los chicos? –Sí, muchas veces. Hemos tenido casos maravillosos de chicos que vivían en sitios muy complicados y que hoy son jóvenes altamente superados, que han hecho estudios uni- versitarios y que inclusive se han convertido en maestros en los centros donde se formaron; eso es muy bello. Pero también hemos tenido situaciones muy tristes, hemos tenido chicos a los que quisimos sacar de la violencia y no pudimos, y que perecieron a manos de la violencia. –¿Tiene alguna cuenta pendiente, algún sueño por
cumplir? él muchas de las cosas que no pude hacer con mis hijos. Pienso que en esta etapa de la vida, en la que uno ya pasó por la experiencia de ser padre, va a ser algo más relajado. –¿Qué legado le gustaría dejar? –El amor y el entusiasmo del trabajo sin reservas por lo que a uno le apasiona, por lo que uno quiere, que, en mi caso, es el canto coral. |
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